Cobijándose en el único resquicio de tierra,
no encontraba la manera de desmembrar las asperezas.
Y seguía viendo lo que, aun siendo auténtico,
se iba acorralando de quimeras.
La hiedra que recorría su balcón,
no pretendía cubrirla;
sólo buscaba el camino que la llevaría a su Luz.
Y ahí está,
demoliendo edificios ajardinados
para que las raíces nos enverdezcan su visión.
Puede que la savia más dulce amargue a los exquisitos,
pero no deja de ser vida que corre por las venas,
no deja de ser flujo inagotable, rompe puertas.
No dejará un hueco de luz vacío,
antes de que te cruces de piernas.
Y es que, a veces entre tanto sermón,
uno se olvida de lo que estamos hechos.
y nos vemos rezando al dios de los ateos
que se olvida de nosotros cuando pecamos en silencio.
Por eso y por pocas cosas más,
nos inventamos enemigos
que añoramos a falta de sangre.
Cuando, sin duda es mucho mejor
dejar de insistir en ser un -ista
para procurar ser un Hombre.
"seamos un tilín mejores
y mucho menos egositas"
(Silvio Rodríguez)
no encontraba la manera de desmembrar las asperezas.
Y seguía viendo lo que, aun siendo auténtico,
se iba acorralando de quimeras.
La hiedra que recorría su balcón,
no pretendía cubrirla;
sólo buscaba el camino que la llevaría a su Luz.
Y ahí está,
demoliendo edificios ajardinados
para que las raíces nos enverdezcan su visión.
Puede que la savia más dulce amargue a los exquisitos,
pero no deja de ser vida que corre por las venas,
no deja de ser flujo inagotable, rompe puertas.
No dejará un hueco de luz vacío,
antes de que te cruces de piernas.
Y es que, a veces entre tanto sermón,
uno se olvida de lo que estamos hechos.
y nos vemos rezando al dios de los ateos
que se olvida de nosotros cuando pecamos en silencio.
Por eso y por pocas cosas más,
nos inventamos enemigos
que añoramos a falta de sangre.
Cuando, sin duda es mucho mejor
dejar de insistir en ser un -ista
para procurar ser un Hombre.
"seamos un tilín mejores
y mucho menos egositas"
(Silvio Rodríguez)
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