No lo sabrás nunca, pero el otro día volví a soñar contigo y no, no es novedad.
Tú me mirabas y me pedías explicaciones muy seria y horriblemente hermosa. Yo miraba al suelo sin saber, si poder pronunciar palabra porque estaba avergonzado y no logro recordar el motivo. Te dabas media vuelta y echabas a andar con violencia y firmeza. Un poco cabreada diría yo. Se abría el ascensor, te montabas y te quedabas mirándome, esperando a que el número que pulsaste te llevara lejos de mí. Yo me quedaba enfrente de ti y veía como el ascensor se cerraba, perdiéndome tu cara, mientras que aparecía una cara nueva y deformada en el ascensor, la mía.
Era mi cara la que se reflejaba en las puertas cerradas de aquel ascensor y cuando eché a caminar, evitaba mirarme en otro espejo. No tenía miedo de verme deformado, es que ya sabía que cuando uno no dice las cosas que debería decir en el momento adecuado, las palabras que no salieron por la boca de estrellan, desde dentro, contra la cara y se quedan las marcas de las erres, las tés y los cafés que no me he tomado contigo, por que entre otras cosas, no me gustan y me provocan taquicardia. Quizá no sea precisamente el café, quizá sea otra cosa, no se. Puede que mi corazón no aguante tus pasos violentos y firmes.
2 comentarios:
No.. quizá no sea precisamente el café..
quizá no sea tampoco que ella no se mire en ti.. sino, que tú, en tu espejo, no la veas a ella..
Excelente...
Me encantó...
Puede que la próxima vez si te armes de valor y compartan juntos cada luna, cada sol con ese alterante café que hoy es motivo de excusas de taquicardia cuando sabes perfectamente q es por ella q tu corazón se exalta...
Publicar un comentario